En Todo está vacío, dos poetas en escena jugamos con nuestras voces, nuestros cuerpos, el sonido, la música y el público para acercarnos, de algún modo, al vacío.
O dicho de otro modo…
Hay un espacio, claro, un escenario, un público, poemas, incluso poetas –Gonzalo Escarpa y Miguel Sánchez Santamaría–, pero ¿es eso suficiente? ¿Acaso no sigue estando vacío?
¿Por qué está todo vacío? ¿Quién llena el vacío? ¿Hay que llenar el vacío? ¿Es que hay algo realmente vacío?
Sobre estas cuestiones anida el poema, que siempre es cuántico –es y no es–, que no responde, pero que es respuesta. Y sobre los poemas retumban sobre los actores, que les darán voz y cuerpo a esas preguntas y a esas respuestas. Aunque no respondan.