¿La poesía es arte? ¿Literatura, cultura? ¿Un fenómeno editorial o de mercado? 

Para comenzar el blog, me gustaría recuperar un artículo que escribí en tiempos prepandémicos, allá por 2019, donde me aproximaba a la realidad extraartística que rodea la poesía. Publicado en El cuaderno digital de cultura.

Es tal la desazón poética que nos inunda, que incluso se está manteniendo una conversación sobre este particular en un medio gratuito al que tienen acceso millones de personas.

Que el debate sobre la calidad literaria de la poesía más actual está encima de la mesa no es ni nuevo ni malo pero sí, quizás, insuficiente. Insuficiente, al menos, para enriquecer al hecho artístico y cultural que es la poesía. Y seguirá siéndolo si todas las ideas fértiles que se vierten no se traducen en actos con impacto en un público amplio que es al que, en última instancia, se pretende llegar. Lo que expongo a continuación no es otra cosa que el recorrido personal que me lleva a esa idea: pasar del debate teórico al terreno práctico.

¿Simplificar la cultura? Cuestión de prioridades

De forma muy intuitiva, es relativamente sencillo advertir que, en la actualidad, la poesía se está simplificando en comparación con otras épocas literarias. Ahora bien, ¿es este acontecimiento exclusivo de la poesía? Tal simplificación tiene que ver con un fenómeno global posmoderno en el que, con la irrupción de las nuevas tecnologías, la inmediatez se convierte en uno de los valores predominantes. La complejidad y la reflexión han perdido muchos puntos en la escala de prioridades, pero no sólo en la poesía: también en otras muchas áreas. Este fenómeno es transversal y afecta al arte, al periodismo, a la política, a la ciencia.

No obstante, ¿hay algo deseable en este poso cultural que nos ha tocado vivir? Desde luego que lo hay: si bien hay que ser crítico con los desaciertos, también hay que saber detectar las bondades y transformarlas en oportunidades. Existe una mejora palpable en el acceso a la cultura, cualitativa y cuantitativamente. Esto supone una democratización de la poesía que permite una mayor participación de la sociedad en este hecho y que favorece la inclusión de aquellas personas que, en otros momentos históricos, no hubieran tenido ningún tipo de acceso a la misma. Además, tal democratización permite que se exploren registros artísticos más populares, alejados de una tradición poética más intelectual y exclusiva. Esto, en última instancia, supone una oportunidad para abrir el abanico artístico que conforma el hecho poético, de la misma forma en la que se ha abierto en otras artes con su democratización, como en el cine o la música.

Gestión de expectativas

En este sentido, ya ha quedado respondida la pregunta de dónde se encuentra actualmente el hecho poético. Sin lugar a dudas, se encuentra ligado a ese fenómeno cultural y social que describía anteriormente. La siguiente pregunta es: ¿adónde quiere llegar? Esta cuestión suele aparecer exclusivamente en los círculos que están de facto inmersos en el mundo poético y que por ello tienen expectativas ambiciosas al respecto; personas que, por ser conocedoras del área, probablemente respondan a la pregunta instaladas en el querer ser, es decir, que tengan claro dónde quieren llevar la poesía. Estos son los círculos que conforman esa punta de lanza —tan necesaria— en cualquier movimiento artístico o intelectual.

Ahora bien, para llegar a los sitios hay que tener muy claro desde dónde se empieza el camino y trazar un plan de ruta ajustado a la realidad. ¿Qué expectativas nacen de aquellas personas ocupadas y preocupadas por la poesía? Bajo mi percepción, nacen expectativas basadas en un conocimiento notable —o al menos interesado— de la materia. Esto conduce al deseo de explorar, cultivar y profundizar en el hecho poético sin tener en cuenta el estado actual de la poesía, que no goza de esa profundidad ni interés. Es un contexto que, tal y como yo lo percibo, se alinea con el fenómeno global posmoderno e inmediato que mencionaba anteriormente, en el que las nuevas tecnologías —principalmente las redes sociales— constituyen un factor decisivo.

La poesía trasciende su realidad artística

Es en este punto donde la tradición poética más culta ha de darse cuenta de que la poesía, por suerte, ha dejado de ser un hecho exclusivamente literario. Ha trascendido su dimensión artística para obtener una connotación social, cultural y me atrevería decir hasta política. Siempre lo ha hecho, pero en estos años, en los que la información es más accesible, con más fuerza si cabe. Históricamente, ha sido refugio de sátiras y reivindicaciones contra el aparato de poder preponderante. Actualmente, forma parte del sector educativo, en tanto que aparece en el programa de la asignatura de lengua castellana y literatura en la Educación Secundaria Obligatoria. Convoca a centenares de personas en reuniones literarias y en ferias de libros. Incluso ha ocupado un papel relevante en medios de comunicación, tanto en los más tradicionales como en los más novedosos. Es fácil observar que la poesía ha salido del estudio a las calles y por eso merece la pena analizarla también —aunque no únicamente— como un fenómeno con capacidad de influencia e impacto que trasciende su realidad exclusivamente literaria.

Mercadotecnia

La poesía trasciende su dimensión artística, de nuevo, en un contexto que es independiente de ella misma. En la actualidad, además de estar dominado por las nuevas tecnologías, también lo está por un sistema económico: la economía de mercado. En este contexto, la poesía también se ha convertido en un fenómeno económico en España, lo que hace que el número de actores del mundo poético se multiplique. Ya no sólo intervienen escritores y lectores, sino también editores, distribuidores, productores, publicistas o analistas de mercado. En este sentido, la mercadotecnia está a la orden del día: las editoriales muestran preferencia por aquellos autores que venden más, algo que guarda una correlación alta con su popularidad en redes sociales.

A través de este fenómeno de mercado global en el que se sumerge la poesía se ha conseguido atrapar a un público que nunca antes había consumido este tipo de literatura. La poesía ha llegado a lugares recónditos. Iniciativas de ayuntamientos toman forma de poesía, festivales locales toman forma de poesía, vídeos virales toman forma de poesía, largas colas de firmas también toman forma de poesía. Otro fenómeno de mercado que está en auge. Aparece entonces otra punta de lanza: la de aquellos y aquellas poetas que se abren paso entre multitudes, que llenan teatros semanalmente, que cuentan los likes por miles, que tienen más libros que lustros.

Una vez descrito el contexto —a grandes rasgos— es más fácil hacer las conexiones argumentales. Si los círculos poéticos entienden dónde se mueve la poesía actual y tienen claro a dónde les gustaría llevar a ellos el hecho poético, ¿qué estrategia deben seguir? En mi opinión, la clave está en la convergencia de esas dos puntas de lanza de las que hablo: la que representa la vertiente más culta de la poesía y la que representa la vertiente más mediática; una propuesta que creo, además, que debería estar impulsada por aquellas personas que pueden hacer de puente por pertenecer a ambos grupos.

En este sentido, la mercadotecnia es un instrumento que se puede utilizar para potenciar el desarrollo del movimiento poético. Ciertamente, es un instrumento complejo en el que existe una gran diversidad de actores y de factores determinantes. La dificultad también reside, por supuesto, en que requiere sumergirse en campos que no son poéticos, algo habitualmente poco deseable para los círculos más tradicionales. La actividad poética debería convivir entonces con la publicidad, el marketing, la organización de eventos, la divulgación o la actividad docente, algo que quedaría lejos de labores estrictamente literarias como el análisis de textos. El poeta, para promulgar esa poesía culta, reflexiva y profunda que mencionaba antes, debería dejar de ser solamente poeta y abrirse a la multidisciplinariedad. Es el impuesto de los tiempos que nos han tocado vivir.

No obstante, al mismo tiempo es la lección que se puede extraer de la observación del movimiento poético más actual. Que este aparato que rodea al hecho poético sea complejo no significa que no pueda ser utilizado ni, por supuesto, que no sea útil: es el camino para acceder a públicos mayoritarios. Un público mayoritario que, en gran medida, muestra predisposición —puesto que ya es consumidor de poesía— y al que se puede, incluso, conducir por caminos más alejados de la poesía mediática actual.

Insisto: si hay dos círculos poéticos alejados, uno más tradicional y otro más mediático, deben acercar posturas y trabajar juntos para seguir impulsando el movimiento poético. Ambos deben aceptar las bondades del otro y utilizarlas para potenciar lo que, de una forma u otra, cada uno defiende, que es la poesía misma. Tender puentes a través de las personas que conviven en ambos círculos es imprescindible, así como la movilización en los nuevos espacios culturales, sociales y mediáticos de los que también forma parte la poesía.

Si la poesía juega al mercado, los poetas tendrán que jugar también al mercado para generar el impacto deseado. Y por eso deben ser buenos jugadores: para utilizarlo, siempre, en favor de la poesía. ¿Difícil? Casi tanto como juntar catorce versos en forma de soneto. El reto está servido

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